Darina Silverstone: cazadora de nubes

Llegué a Guanajuato con el corazón roto, incrédula, desconfiada, triste.

La ciudad me recibió amorosa, me hizo guiños y me cantó canciones. Me perdí (poquito) de nuevo por sus calles y me dejé curar de espanto; hasta me reconcilié con ella y le dije que era una ciudad bonita. Le di las gracias. Más allá de toda historia pasada.

Tuve enfrentamientos con molinos de viento y disgresiones productos de pláticas noctámbulas, temores, finales. Apagué las luces que dejé encendidas.

Me di de topes con la soledad y con la enfermedad; recordé que hogar es una palabra que se construye, pero también que se inventa; nada es fijo, como tal, todo es cuento nuestro.

Ya estoy de vuelta. Iba a escribir mucho de esa aventura, pero al final no escribí tanto. Me la quedo en la piel y en los huesos; se me fue metiendo en la carne.

Ayer, un paso de terminar la aventura cervantina, acudí con el profeta de las hachas, quien acertado, como siempre, lanzó al centro de mi corazón de resina un poema.

Le pregunté, dudosa como siempre, si debería de confiar en regresar a la senda ya conocida o adentrarme por nuevos caminos.

Sacó un libro rojo de su librero y, a distancia, me tiró una frase de Nicanor Parra.

"Has recorrido toda la comarca 
Desenterrando cántaros de greda 
Y liberando pájaros cautivos 
Entre las ramas."

El poema es una dedicatoria a Violeta Parra, en la que dice que "los grises funcionarios" no pueden apreciar la fuerza creadora de Violeta, que además siempre anda preocupada por los otros.

Fui a Guanajuato a cazar nubes. Descubrí que, más que deshilarlas, me gusta perseguirlas. Escogí varias y ya empecé a seguirlas con los ojos, sobre el cielo azul.

Falta dar los primeros pasos: a ver a dónde me llevan.

D.

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